Tienes ocho años, es domingo por la noche, te dejaron quedarte levantado una hora más que de costrumbre. La familia juega un juego de estrategia, te dejaron jugar con ellos porque ya eres bastante grande.
Pierdes, estas perdiendo contunuamente. Tú estomago se tensa con temor. Has perdido casi todas tus posesiones, la pila de dinero delante de ti está tambien casi agotada. Tus hermanos están comprado casi todas tus provincias, la última se está vendiendo en este instante. Debes entregarte, perdiste. Y de pronto te das cuenta que solo es un juego.
De un salto te levantas de la silla con alegría y golpeas la lámpara que cae al suelo arrastrando la tetéra.
Los otros están enojados contigo pero tu ríes subiendo la escalera hacia tu cuarto. Sabes que no eres nada y sabes que no tienes nada. Y sabes que no-ser y no-tener da una libertad inmensurable.
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