Si quiero tocar la guitarra, necesito usar las dos manos. Con una mano aprieto las cuerdas: cada dedo aprieta una cuerda por debajo del traste. Con la otra mano rasgueo la guitarra o punteo las cuerdas. Cada una de las seis cuerdas vibra en su propia frecuencia y emite su propia nota individual.
Sin embargo, es precisamente esa diferencia de sonido entre las notas lo que crea el resultado final de una bella imagen auditiva: sonidos que fluyen y se entremezclan en nuestro oído.
Vivo y, no obstante, parece que deseo renunciar a la música de la vida. Me resulta muy difícil aceptar lo diferentes que son las personas. Quiero que todas sean como yo, que actúen como yo lo hago, que piensen como yo e, incluso, que crean en lo que yo creo. ¿Acaso es posible?
¿He oído alguna vez a un guitarrista que toque una sola nota a lo largo de toda su carrera musical?
Si todas las personas fueran iguales no habría crecimiento alguno. No habría nada nuevo que estimulara nuestro intelecto y nos indujera a pensar profundamente.
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