emplearla mejor.
Si tengo boca, puedo empezar
a preocuparme por mis palabras,
aprender a hablar poco, suave y dulcemente.
Si tengo cuerpo, puedo empezar
a utilizarlo como un instrumento para
el bien, y no como una cárcel de
constantes fracasos.
Si tengo tiempo, aunque sea sólo
un minuto, que ese minuto se
convierta en el inicio de mi transformación,
que me transforme en su dueño
en vez de ser su esclavo.
Si tengo energía, puedo aprender
no solo cómo gastarla, sino que
también cómo conservarla y recargarla.
Si tengo riquezas, aunque sean
pocas, puedo utilizarlas para retribuir
al mundo la fortuna de existir.
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