Había un hombre que odiaba sus pisadas y su sombra, entonces un día pensó que si corría lo suficientemente rápido, sus huellas y su sombra no podrían seguirlo y entonces no tendría que verlas de nuevo otra vez. Corrío y corrió tan rápido como pudo, pero la sombra y las huella no tenían problemas en seguirlo de cerca. Y corrió aún más rápido y de repente cayó muerto en el piso. Pero si se hubiese quedado parado y quieto donde estaba no hubiese habido ninguna huella y si se hubiese quedado descansando bajo un árbol, su sombra no habría podido colarse por la sombra del mismo árbol.
Muchas veces odiamos nuestros problemas y hacemos nuestro mejor esfuerzo por escapar de ellos, pero no importa cuán rápido corramos o cuán lejos vayamos, nuestro problema nos sigue, marcándose detrás nuestro como las huellas y las sombras.
Nos damos cuenta muy poco de que si solamente nos paramos quietos y esperamos, respirando profundo y relajando nuestra mente y nuestro cuerpo, la solución, en forma similar a la sombra del árbol, se tragará el problema completo y nos dejará libres para
celebrar.
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