Cada uno tiene gran parte de la responsabilidad de la trama que narra su propia vida. Todos somos guionistas de nuestra película; y, aunque a veces improvisamos, hacemos lo imposible para respetar el argumento final.
La vida que vale la pena vivir implica correr riesgos, evadirnos de la segura cárcel de lo que siempre fue así, saltarse el guión.
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