- ¿A La Meca? - respondió Asbag con sorna-. Ya me dirás qué hace un presbítero cristiano en La Meca.
- No digo a La Meca; me refiero a algún otro lugar...; qué sé yo, Jerusalén, Roma... Adonde pueda ir un cristiano a encontrarse con las raíces de su fe. ¡Ah!, si supieras cómo se me remueve todo por dentro! ¡Es algo maravilloso! Es como ir en pos del sentido último de las cosas...
- Sí- interrumpió Asbag-. Pero cuando se regresa todo sigue igual que antes.
- Oh, no creo que sea así. Espero que mi vida continúe siendo como un sendero. Mientras caminaba hacia La Meca, vi con claridad que, en la trama del mundo, la vida del hombre es de todas formas una gran aventura, que supone un crecimiento hacia lo máximo del ser: una maduración, una unificación, pero al mismo tiempo paradas, crisis y disminuciones.
- Te comprendo- asintió Asbag- Pero es tan difícil arrancarse...
Jesús Sánchez Adalid
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