–Contéstame sinceramente –le pidió el califa a Asbag mirándole directamente a los ojos–, tú queconoces Córdoba desde la posición de un hombre del libro: ¿hay justicia en mi ciudad? ¿Se puedeser feliz en Córdoba?
Asbag bajó la mirada.

El obispo alzó la mirada con ojos confusos. Meditó por un momento. Luego respondió:
–No, no la hay, amado príncipe... Siento haceros daño al decíroslo, porque vos sois justo y bueno. Pero, como en cualquier otro sitio, hay mendigos, enfermos, oprimidos, leprosos desalojados de sus casas, funcionarios injustos, extorsiones, fraudes...
Alhaquen enrojeció y los ojos se le llenaron de lágrimas. Durante un buen rato todos permanecieron en silencio. Al fin, el califa se puso en pie y dijo:
–No dudo acerca de lo que me has dicho, obispo Asbag; es más, hace tiempo que sospechaba que sería todo como me lo has descrito; pero necesito comprobarlo con mis propios ojos.
Jesús SáncheZ adalid
Ojalá alguno de nuestros políticos, reyes ... se preocuparan de cómo estamos.
ResponderEliminarMuy bonitas palabras y un gran libro