
Cada vida individual se parece mucho a eso: un montaje de hechos, emociones y pensamientos que se van desplegando, cada uno con su propia cualidad o color. Tomados en conjunto, esos fragmentos forman el diseño representativo de la vida que vivimos. Sin embargo, ese diseño no es visible mientras estamos atareados en vivirla. En cierta ocasión, una paciente inquirió: “¿Cómo se puede ver la propia vida mientras se está en ella?” Adoptó la pose de una figura inmovilizada en un cuadro y luego estiró el cuello para ver en un plano la composición de la que formaba parte. Ver todo el cuadro era imposible, por supuesto.
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