Postdata: Te quiero

Holly puso su mano en la barriga hinchada de Sharon y notó la patadita. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-Oh, Sharon, si cada minuto de mi vida estuviera lleno de momentos perfectos como éste, nunca más volvería a quejarme.

- Pero, Holly, nadie tiene la vida llena de momentos perfectos. Ysi fuera así, dejarían de ser perfectos. Serían normales.¿Cómo conocerías la felicidad si nunca experimentaras bajones?

Película "Postdata: Te quiero”

martes, 24 de mayo de 2011

Libro "Por qué a mí"

¿A lguna vez, cuando niño, trabajaste con una de esas ilustraciones para colorear siguiendo los números? ¿Recuerdas que cada pedacito se pintaba con el color designado por el número que marcaba ese espacio? Por ejemplo: todos los espacios marcados con un tres debían ser anaranjados. Si observabas la ilustración del modelo, para ver cómo era ese sector, quizá se trataba de la sombra de un árbol. Entonces pensabas: “No, no puede ser. Las sombras son grises o negras; ¡hasta pueden ser azul oscuro o púrpura, pero nunca anaranjadas!” Sin embargo, el espacio estaba marcado con un tres y el tres significaba anaranjado, así que lo coloreabas, aun seguro de que se trataba de un error. Aunque trabajabas a conciencia, después de haber llenado muchos espacios no lograbas aún discernir un cuadro; eran sólo manchas de color al azar. Pero al continuar pintando, esas diminutas manchas se ordenaban mágicamente, para convertirse en brillos y matices. Por fin emergían las imágenes y formaban un cuadro con significado, con puntos de luz en zonas de sombra y rastros de oscuridad en las zonas de luz. Ya no se veían los espacios por separado, porque el efecto general borraba los detalles.
Cada vida individual se parece mucho a eso: un montaje de hechos, emociones y pensamientos que se van desplegando, cada uno con su propia cualidad o color. Tomados en conjunto, esos fragmentos forman el diseño representativo de la vida que vivimos. Sin embargo, ese diseño no es visible mientras estamos atareados en vivirla. En cierta ocasión, una paciente inquirió: “¿Cómo se puede ver la propia vida mientras se está en ella?” Adoptó la pose de una figura inmovilizada en un cuadro y luego estiró el cuello para ver en un plano la composición de la que formaba parte. Ver todo el cuadro era imposible, por supuesto.





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