Cuando mi familia tuvo que tomar la decisión de quitarle el respirador (a mi hermano) y esperar con él a su último aliento, me abrumó lo idiota que había sido con mi tiempo. Lamento que viajes que iba a hacer para ver sus obras quedaran en nada. Lamento no haber ido antes al hospital a visitarle. Lamento los detalles más pequeños, como no haberme tomado el tiempo de ver juntos una mala película en la televisión mientras comíamos unas pizzas. Era la persona con más chispa y más divertida que haya conocido, pero yo lo daba por consabido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario